Asegurar las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de futuras generaciones. Esta frase tan sencilla y a la vez tan llena de información, es la que debe estar presente en los procesos de toma de decisiones y ser una prioridad en todas las actividades del ser humano. Es algo que la sociedad demanda y, lo más importante, necesita.
En el ámbito de producción agrícola, la sostenibilidad ambiental es quizás la que más relevancia adquiere ya que la producción depende en gran medida del entorno en el cual se producen los alimentos.
En la actualidad existen varias certificaciones de carácter voluntario que guardan relación con el principio de sostenibilidad a nivel ambiental, como por ejemplo la norma internacional ISO 14001 de sistemas de gestión ambiental. Esta norma exige que las empresas dispongan de un sistema de mejora continua enfocado hacia el medioambiente. Tras identificar todos los denominados aspectos ambientales (actividades que generan impactos), debe minimizar aquellos que supongan impactos negativos y potenciar aquellos que generan impactos positivos.
Otro grupo de normas que soportan el principio de sostenibilidad son las denominadas huellas. Dentro de estas encontramos la huella de carbono, huella hídrica y huella ambiental. Para realizar el cálculo de estas huellas, es muy importante llevar a cabo el llamado Análisis de Ciclo de Vida (ACV). Este análisis permite conocer la huella que el producto deja a lo largo de todo su proceso de vida, desde la producción hasta su eliminación.
También la norma GLOBALGAP, la más implantada a nivel mundial en la producción hortofrutícola, está teniendo en cuenta cada vez más este principio de sostenibilidad y en cada una de sus actualizaciones se van incluyendo nuevos requisitos relacionados con la sostenibilidad.
Todos estos requisitos sobre la producción hortofrutícola es lo que los clientes y las grandes cadenas están comenzando a solicitar. Ya no basta que los productos sean de calidad y que estén producidos bajo técnicas de control biológico, ahora se pide que sean sostenibles medioambientalmente. Esta certificación va a dar un valor añadido al producto y colocará en la cabecera de pelotón a las empresas que cuenten con estas certificaciones.
El modelo de agricultura de Almería, a priori, es uno de los más sostenibles del mundo. Ahorra suelo, agua, fitosanitarios, energía y CO2. El sector hortofrutícola de Almería tiene como base de su producción el invernadero solar. Son invernaderos solares porque el 96% de la energía consumida es de origen solar, a diferencia de los invernaderos de otras zonas productoras que se ven obligadas a consumir energías de origen fósil con su correspondiente impacto en el calentamiento global.
Gracias a este modelo de producción es posible abastecer de tomate, pimiento, pepino, calabacín, berenjena, melón y sandía saludables y sanos (vitaminas, minerales, fibra, oligoelementos, agua) a más de 500 millones de consumidores europeos durante una época del año en que nadie puede hacerlo con el menor impacto ambiental. Hay que tener en cuenta que el acceso a este tipo de nutrientes es muy importante en una sociedad afectada por la epidemia de obesidad, colesterolemia, diabetes, hipertensión y otros males derivados de una dieta inadecuada basada en hidratos de carbono, grasas y exceso de proteínas.
AGUA
En cuestiones relativas al empleo de los recursos hídricos, el sistema de producción hortícola bajo invernadero de Almería tiene una alta productividad y eficiencia en el uso del agua de riego, puesto que el índice de kilos producido por metro cúbico de agua es del orden de entre dos y cuatro veces mayor que en cultivos al aire libre. En cuanto a huella hídrica, el consumo de agua en Almería es la mitad que en el resto de la agricultura española. Almería es la región de España con el sistema de riego más tecnificado y eficiente del mundo. Rentabilizan el agua hasta 12 veces más que otro tipo de cultivo y su gran aliado, el sol, el mismo que nos da luz y calor 3.000 horas al año, hace que sus invernaderos requieran un gasto energético hasta 22 veces menor que los invernaderos centro europeos. Más del 80% de los invernaderos recogen y almacenan el agua de lluvia dada su carestía.
ENERGÍA
Gracias al clima favorable, el consumo energético es muy inferior a otras zonas de cultivo. Por ejemplo, es 22 veces inferior al de los invernaderos del norte de Europa. Esto supone una gran ventaja dado que, en el actual contexto económico, es necesario optimizar la eficiencia de todos los procesos productivos.