Para el control biológico, la mayoría de los agricultores suelta insectos y ácaros desde envases comercialmente disponibles. No obstante, también hay muchas especies de fauna auxiliar que pueden presentarse de forma espontánea en los cultivos, procedentes de la vegetación que los rodea. Para fomentar esta contribución de la fauna silvestre, se ha puesto en marcha un grupo operativo, en el que participan COEXPHAL, la Fundación CAJAMAR, el IFAPA, la UAL y varios ayuntamientos. Hablamos con Mónica González de la Estación Experimental de CAJAMAR y Estefanía Rodríguez del IFAPA, especialistas en el ‘control biológico por conservación’.
¿En qué consiste?
Mónica: “El control biológico por conservación ayuda a reducir la presión de plagas por medio de la conservación de la fauna auxiliar que existe en el medio natural. En primer lugar, se trata de no matar los enemigos naturales de plagas que aparecen de la calle, utilizando plaguicidas selectivos y respetuosos. No obstante, mediante medidas sencillas se pueden ofrecer mejores recursos a la fauna útil, en forma de refugios y alimento adicional. Combinando estas dos estrategias, se obtiene el control biológico por conservación”.
¿Cuáles serían las principales estrategias?
Estefanía: “El campo ha venido sufriendo una simplificación del paisaje, por lo que la manera de poder conservar la fauna auxiliar sería volver a restaurar hábitats naturales. Para ello, se buscan aquellas plantas que nos sirvan para atraer y mantener los insectos beneficiosos. Tienen que proporcionar un lugar de refugio y apareamiento, así como alimento en forma de presas alternativas o el alimento básico que producen las flores, el néctar y el polen. Así pues, podemos establecer setos, plantando especies de plantas arbustivas autóctonas adaptadas a nuestro clima. De esta manera dispondremos de una cascada de flores a lo largo de todo el año”.
¿Qué plantas recomendáis …?
Mónica: “Las recomendaciones se hacen “a la carta”. El primer factor limitante es la disponibilidad de espacio, ya que esto limita la selección de especies que se pueden plantar en el seto. Además, las especies que componen el seto van a variar según el cultivo. En general, podríamos recomendar unas cuantas en las que hemos visto muy buenos resultados: el esparto, el acebuche, la olivilla, el perejil de mar, el mirto y el cornical. Todas estas especies son “joyitas”, ya que atraen muy poco a las plagas principales de los cultivos, pero atraen gran cantidad de sus enemigos naturales, como por ejemplo crisopas, arañas, y avispillas parasitoides.”
¿Cómo veis el interés de los agricultores?
Estefanía: “Hace diez años, estaba extendida la idea de que había que tener el invernadero esterilizado como un laboratorio, sin ningún tipo de planta salvo el propio cultivo. Ahora, sin embargo, estamos “cambiando el chip”. Estamos extendiendo el uso del control biológico por conservación dentro y fuera de los invernaderos. Desde que iniciamos el proyecto en 2010, hemos realizado mucha transferencia, realizando visitas y contando los resultados a los agricultores. Al principio nos miraban raro, ya que estas nuevas ideas contradecían la idea de tenerlo todo “limpio”. Ahora sin embargo existe una demanda creciente por parte del sector, y nos alegra saber que, por ejemplo, un ayuntamiento como el de El Ejido, en el corazón de la horticultura, haya promovido una ordenanza municipal apoyada por todos los grupos políticos que promueve la plantación de setos fuera de los invernaderos. Además, la Junta de Andalucía ha creado este año una ayuda económica agroambiental destinada específicamente a favorecer esto. Todo esto es, sin duda, un indicador del interés creciente del sector por el control biológico y la sostenibilidad en la horticultura intensiva.