Texto: Jan van der Blom, responsable del Departamento de Técnicas de Producción de COEXPHAL.
El año que viene, se cumple una década desde la primera aplicación masiva del control biológico. Especialmente en pimiento, la llegada de ‘los bichos’ ha marcado antes y un después. Para los agricultores, se acabó la desesperante dependencia de plaguicidas, mientras que mejoraban sus cosechas. Para Almería, el control biológico ha sido la salvación para uno de sus pilares económicos más importantes. No obstante, han llegado nuevas plagas que, hoy por hoy, no se solucionan bien con el control biológico.
Incremento en la exportación
La importancia del control biológico se refleja más que nada en la exportación del pimiento a Alemania. Entre 2002 y 2007, cayó en picado, directamente a causa de los residuos de pesticidas, con una reducción de más del 45%. La campaña 2006-2007 marcó un triste récord por el escándalo de los insecticidas ilegales. No obstante, la masiva implementación del control biológico al año siguiente permitió una lenta recuperación de la confianza. No ha sido hasta 2013 que se superó el volumen de exportación de 2002. Esto sí: bien superado en 2014 y 2015. En 2015, se exportaron a Alemania 106 mil toneladas de pimiento más que en 2007, mientras que la diferencia en facturación entre estos años ha sido de nada menos que 188 millones de euros… ¡Gracias a los bichos!
Nuevas plagas sin solución
A pesar de su importancia, el desarrollo del control biológico no sigue el ritmo de las nuevas plagas. Siguen funcionando bien los ácaros y los chinches contra plagas ‘tradicionales’ como trips y mosca blanca, pero no hay respuestas a nuevas amenazas. En pimiento, en las últimas campañas se está manifestando una grave pudrición a causa de daños de insectos que antes nunca se presentaba en invernaderos. Los más importantes son el chinche verde Creontiades pallidus y las moscas de la fruta. En tomate, Tuta absoluta sigue sin resolver, igual que el vasates.
Contra las nuevas plagas se actúa lo mejor posible con medidas preventivas o trampas y con tratamientos químicos. Para ello, hay muy pocas materias activas disponibles, que tienen que ser compatibles con la fauna auxiliar. Urgentemente hay que iniciar nuevas investigaciones para desarrollar métodos de control biológico, para no caer de nuevo en la trampa de depender de plaguicidas que pronto dejan de funcionar. No cabe esperar que todas las innovaciones vendrán de las casas que crían y comercializan bichos. Muy diferente a los productores de plaguicidas químicos, estas casas no pueden patentar sus productos finales y, consecuentemente, entran en competencia con márgenes muy estrechos.
Se puede concluir que los primeros interesados en mantener al día el control biológico son los mismos agricultores. Por tanto, es lógico que ellos tomen las riendas y, a través de las cooperativas y alhóndigas, busquen proyectos para eliminar los cuellos de botella. En colaboración con centros de investigación y, por supuesto, con las casas de bichos. Pensando en las ventajas en sus propios invernaderos y en los enormes ingresos generados gracias al control biológico, se justifica fácilmente una generosa inversión en mantenerlo como herramienta principal.